27 de Noviembre del 2023
El cadáver se le entregó al perito médico de la Procuraduría en una bolsa, embalado, sellado y previamente identificado. Se lo dio la policía de investigación. Firmó la cadena de custodia y comenzó con la necropsia.
Se le pidió su actuación para determinar la causa de muerte, identificación y estudios complementarios. El cuerpo estaba en una bolsa para cadáver, sellada
herméticamente con un cierre que impedía su manipulación.
Al perito médico se le informó que el cuerpo era de una persona masculina, la cual fue herida de manera mortal por un proyectil de arma de fuego. Realizó la necropsia entre una hora y hora y media.
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Sergio y tres de sus amigos llegaron a un bar en Tlanchinol. Eran las diez de la noche del sábado 19 de octubre de 2019. Se sentaron en una mesa con una de las dos meseras del lugar. Ellas tenían solo dos días trabajando en ese sitio que abría de jueves a domingo.
La mesera comenzó a tomar cervezas con Sergio y sus amigos. Dos horas y
media más tarde, después de la medianoche, al lugar llegó el entonces presidente municipal de Tlanchinol, Pablo Salazar, acompañado de su chofer y un escolta, José. En el bar también estaban la dueña y otro hombre.
José, el chofer y el presidente se sentaron cerca de Sergio y sus amigos, junto a las puertas del bar. José vestía una camisa azul y llevaba una mochila en el pecho. El chofer usaba un sombrero blanco y camisa de cuadros. El presidente municipal no podía ocultar su vientre abultado, traía una cadena en el cuello y un
anillo en una mano. El escolta llevaba en la mochila una pistola.
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Sergio bailaba con la mesera que se había sentado con él y sus amigos. Habían bebido poco. El escolta llevaba las cervezas a la mesa del presidente municipal con la mochila en el pecho y comenzó a bailar con la otra mesera.
José le preguntó a la dueña del bar que cuánto cobraba la mesera por sus
servicios sexuales, a lo que la mujer respondió que la joven no hacía ese tipo de trabajos. Entre música y baile se alejó la medianoche.
Entonces el escolta, mientras bailaba con la mesera, comenzó a forcejear con ella y la sacó del bar. La dueña del establecimiento salió para ver qué sucedía y miró a José golpear a la muchacha. Volvió al establecimiento para decirle al presidente municipal lo que estaba haciendo su guarura.
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Mientras la dueña del bar entraba, Sergio salía del lugar. La mujer, que llevaba tres años con su establecimiento, le dijo al presidente municipal: “su guarro le está
pegando a la chica, no se pasen”.
Sergio había salido del bar a orinar, vio que el escolta golpeaba a la joven, la
jalaba del cabello, ella gritaba y lloraba. Intervino para defenderla. Se puso en medio de los dos y le dio un golpe a José en la cara.
El escolta sostenía con una mano a la mesera y con la mano derecha abrió la
mochila que llevaba en el pecho, sacó un arma de fuego y apuntó a la cabeza de Sergio, en la sien del lado izquierdo. Jaló del gatillo y el disparo desgarró el silencio en esa parte de la Sierra, en medio de la madrugada. Sergio cayó al suelo y la sangre comenzó a escurrirle por el cabello hasta alcanzar la tierra.
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El cadáver se le entregó al perito médico de la Procuraduría en una bolsa, embalado, sellado y previamente identificado. Se lo dio la policía de investigación.
Firmó la cadena de custodia y comenzó con la necropsia.
En el necrocomio el perito encontró en el cadáver un orificio de entrada en la
región temporal izquierda y un orificio de salida como segunda lesión en la región temporal derecha.
Entre una y una hora y media después concluyó que la causa de muerte de Sergio fue laceración encefálica secundaria a proyectil disparado por arma de fuego con una herida penetrante de cráneo.
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Uno de los amigos de Sergio lo vio todo. El forcejeo de José con la mesera, la intervención de Sergio para defenderla, el disparo, el cuerpo en el suelo, la sangre, la huida del presidente municipal, el chofer y el escolta en una camioneta.
Todo fue muy rápido. El joven se quedó pasmado, reaccionó y corrió hacia donde Sergio quedó tirado. Era la una de la mañana del domingo.
Su padre llegó al bar y vio a Sergio tirado en el suelo con una herida en la cabeza. Comenzó a pedir ayuda. Encontró a una patrulla de la policía estatal pero no le prestó auxilio. El padre llevó a su hijo, en un auto particular, a una clínica de
Otongo. Ahí llegó sin signos vitales.
Sergio no conocía al guarura del presidente municipal. El escolta fue sentenciado a 25 años de prisión por el delito de homicidio calificado. Sergio solo tenía 26 años cuando un disparo en la cabeza le arrebató la vida afuera del bar ShaSha. Al
momento de intervenir para defender a la mesera le dijo a José:
-A las mujeres no se les pega.