09 de Septiembre del 2024
Paloma tiene un hijo con discapacidad a quien le quitaron la mitad del cerebro. Con amor, resiliencia y mucha terapia, logró que su primogénito moviera brazos y piernas, que caminara, pronunciara un par de palabras y hasta que pudiera bailar, actividades que le dijeron que jamás haría.
Lleva dos décadas cuidando de Luis y así será el resto de su vida porque padece de epilepsia de difícil control. Ama a su hijo, pero también reconoce que no es fácil ser cuidadora de una persona con discapacidad porque es agotador. El cansancio es físico y emocional.
A lo largo de su vida ha conocido varias historias similares a la suya, de familiares que hacen hasta lo imposible por mejorar la calidad de la persona que vive con discapacidad.
Aunque existe otra realidad que también ha observado de cerca: madres y padres que abandonan a sus hijos. Tan solo en los últimos dos años, la Dirección General de Inclusión para las Personas con Discapacidad de Hidalgo contabilizó cinco casos de abandono de incapaz.
Dicha acción constituye un delito que contempla hasta tres años de prisión, como lo establece el artículo 160 del Código Penal para el Estado de Hidalgo. Los asuntos registrados en la entidad de 2022 a lo que va de 2024 se investigan en la Procuraduría General de Justicia estatal porque los notificó la dependencia gubernamental de Inclusión, informó Alfonso Hayyim Flores Barrera, titular de dicha dirección.
EL ABANDONO
Entre los cinco casos registrados en la entidad existió un factor común: que las víctimas de abandono tenían más de una discapacidad. Esta fue una constante que también observó Paloma Gómez López en el ir y venir de las terapias de su hijo.
Los últimos años los ha pasado en lugares para rehabilitación. Hace 18 años se mudó de su natal Coatzacoalcos, Veracruz, hacia la capital hidalguense sólo para ingresar a su hijo al Teletón.
En su ciudad dejó a sus familiares, amigos y su hogar. En compañía de su esposo se trasladó a 600 kilómetros de distancia en búsqueda del bienestar de su pequeño.
Paloma sabía que su vida cambiaría desde el momento en que la doctora salió del quirófano para avisarle que a su hijo no le quitarían el 10 por ciento del cerebro, como estaba planeado, sino que en realidad sería la mitad. “Él fue un niño que nació bien, al año con tres meses le empezó su primera crisis de epilepsia y después de seis meses se dieron cuenta que tenía hemimegalencefalia, le creció de más el cerebro”.
Después de la operación, las visitas a hospitales y rehabilitaciones se volvieron constantes. Justo en esos espacios fue donde Paloma observó a adultas mayores llevando a personas con discapacidad a terapias. Generalmente eran sus nietos o a veces sus sobrinos.
“Cuando mi hijo estuvo en el Instituto Nacional de Pediatría me tocó ver en terapia intensiva a una abuelita. Yo le preguntaba: ¿y los papás del niño? Ella me decía: es que mi hija no pudo, se fue y me lo dejó, me abandonó con su hijo. Me tocó en el Teletón escuchar que preguntaran por los papás y los familiares que decían que los papás sólo se fueron”.
En ese contexto, Alfonso Hayyim Flores Barrera explicó que es grave cuando una persona sin discapacidad es víctima de un delito, pero que es exponencial cuando se perpetra en contra de quienes tienen una discapacidad porque las ponen en una vulnerabilidad jurídica.
En los cinco casos que detectó la Dirección de Inclusión de la Secretaría de Bienestar e Inclusión Social (Sebiso) encontró que tenían discapacidad motriz e intelectual, especialmente en edad adulta.
Dichas situaciones ocurrieron en diferentes partes del estado; sin embargo, Flores Barrera indicó que está en análisis si existe algún patrón; es decir, si ocurre más en zonas rurales o ciudades.
Hasta el momento, las coincidencias entre los casos es que ocurrieron en familias en condiciones vulnerables que no tienen acceso a la salud o trabajo.
Asimismo, la Dirección de Inclusión reportó que trabaja en un protocolo para estos incidentes porque no existe alguno para personas con discapacidad en abandono o en potencial abandono.
CUIDADORAS DE TIEMPO COMPLETO
Paloma lleva 20 años cuidando de su hijo. Es un trabajo de tiempo completo y sin descansos, además, las terapias y medicamentos cuestan. “Ser cuidadora es ser una enfermera 24 horas, es cansado, tu vida no es la misma. El amor de madre nos hace decir: esto me tocó, Dios ayúdame, dame sabiduría”.
La Dirección de Inclusión atribuye el abandono a cuestiones económicas con lo cual coincide Paloma, pero ella agrega otro factor: el agotamiento físico y mental. “Es cansado. Mi hijo va a cumplir 20 años, pero es como uno de cuatro, es tener en todo momento atención, hay días de verdad que yo digo: quiero descansar”.
Artículo 160
Al que abandone a una persona que no puede valerse por sí misma y tenga la obligación de cuidarla, será sancionado con prisión de seis meses a tres años y una multa de 10 a 50 días.
Además, si el responsable es el ascendiente (padre o madre) o tutor de la persona afectada, se le privará de la patria potestad o de la tutela.