31 de Octubre del 2024
Sucedió un domingo, minutos antes de la medianoche, en las instalaciones de la policía municipal de Jacala, allá en la sierra Gorda. Al lugar llegaron tres camionetas tipo Pick Up, de una de ellas descendieron tres hombres armados con pasamontañas.
Advirtieron a los policías municipales:
-¡No hagan nada o se los carga la chingada! Era el 28 de octubre del 2018, los policías re conocieron a uno de los tres hombres armados, se trataba de una persona que habían intervenido el día anterior. Les dijo:
-Ahora sí quiero hablar, sí le van a entrar al negocio como en Zimapán o en Pisaflores, pidan apoyo, no van a venir.
Los policías municipales dijeron a los hombres que bajaran sus armas. Estos respondieron con una sola palabra:
-Ríndanse.
Los hombres armados comenzaron a disparar. Los policías corrieron y se resguardaron detrás de una patrulla y accionaron sus armas, hubo un enfrentamiento y fuego cruzado. Tras varios disparos se hizo un silencio. El hombre que había sido intervenido gritó:
-Entréguense.
Los hombres armados quitaron sus dedos de los gatillos, las dos armas largas y una pistola escuadra. dejaron de escupir las balas. No eran sólo tres camionetas, detrás de los hombres había más, cerca de 50 camionetas al amparo de la noche.
Al verse superados en número, los policías municipales se rindieron, los hombres armados los sometieron, los colocaron sobre el suelo boca abajo, les quitaron los radios de comunicación matra, sus per tenencias personales, seis armas, dos rifles y un fusil.
Tirados en el suelo los policías municipales fue ron golpeados por los hombres armados una y otra vez, a placer. Los arrastraron afuera la comandancia, los levantaron y los subieron a las camionetas.
El instinto de supervivencia de uno de los policías fue más fuerte, saltó de la parte trasera de una de las camionetas y corrió en medio de la noche. Los hombres armados se dieron cuenta, lo siguie ron y comenzaron a dispararle.
Ninguna de sus balas dio en el cuerpo del policía quien se escondió entre la maleza de la sierra con la oscuridad como salvadora. El policía se había quedado con su teléfono celular y llamó al 911.
Los hombres dejaron de disparar, regresaron y subieron a las camionetas, llevaron a los policías municipales a la mina de arena llamada Placitas.
En el trayecto dijeron a los uniformados que iban sometidos y boca abajo:
-¡Qué, se sentían muy chingones porque no negociaban con nosotros y porque no nos dejaban pasar el cargamento!
Entonces vino una lluvia de golpes en las manos, las piernas, la cara, la espalda. Los golpearon con sus mismas armas, el dolor salpicó sus cuerpos. Los cuatro policías resultaron con lesiones.
Las camionetas llegaron a la mina, los hombres armados abandonaron ahí a los policías municipales y huyeron del lugar.
El policía municipal que logró escapar no sólo marcó al 911, también llamó a un policía estatal a quien le dijo que hubo un enfrentamiento, que había varias personas armadas y habían levantado a sus compañeros.
Luego de que los hombres armados escaparon, los policías municipales se ayudaron entre sí para liberarse y salir de la mina, detuvieron a autos en la carretera para pedir auxilio, también llamaron al 911. Tras ser encontrados por la policía estatal fue ron llevados al hospital.
Mientras realizaban recorridos de seguridad, policías estatales recibieron el reporte de lo sucedido en la comandancia de la Policía Municipal de Jacala. Les describieron las camionetas y a los sujetos armados.
A las 5:25 horas del 29 de octubre los policías estatales detuvieron una camioneta que circulaba a alta velocidad, le dieron alcance y le cerraron el paso. La camioneta tenía las mismas características que una en la que habían llegado los hombres armados a la comandancia de Jacala.
Las personas también coincidían con las descritas en el reporte que recibieron por lo que detuvieron al conductor y dos hombres, quienes fueron puestos a disposición del Ministerio Público.
Tras ser presentados ante un juez y vinculados a proceso, los tres aceptaron su participación en los hechos y se apegaron a un procedimiento abrevia do con lo que su condena se redujo.
Renunciaron a ser juzgados y fueron sentencia dos a ocho años, siete meses y diez días de prisión por los delitos de homicidio en grado de tentativa, privación ilegal de la libertad y robo.
De las nueve armas que robaron aquella media noche de otoño en la sierra, siete eran de la Agencia de Seguridad del Estado de Hidalgo y dos de la policía municipal de Jacala.