05 de Marzo del 2025
Piensa por un momento que eres un niño y después de horas de incomodidad y confusión en esa oficina gris que llaman Agencia del Ministerio Público (AMP), finalmente te dicen que debes ir a un lugar nuevo. Te explican que ahora será en un “juzgado” donde tendrás que contar otra vez lo que pasó. No entiendes bien por qué, si ya lo dijiste antes, pero te explican que es necesario para que alguien llamado juez lo escuche. Sientes que todo se repite, pero con caras diferentes, en un lugar que es igual de frío y ajeno.
Llegas al edificio del juzgado, un lugar enorme con largas filas, personas de traje que caminan rápido y un ambiente que te resulta aún más extraño que el de la AMP. Te llevan a una sala con una puerta que dice “Sala de Oralidad”, cuando ingresas, notas que hay varias sillas colocadas al fondo, donde está sentada gente que no conoces, como si fueran espectadores. Nadie te explica quiénes son ni por qué están ahí, pero sabes que también están escuchando lo que vas a decir. Esto hace que te sientas aún más observado, como si estuvieras en un escenario frente a un público desconocido.
Al frente, ves mesas grandes, sillas altas y un espacio al que todos parecen mirar con mucha seriedad. El ambiente es tenso. Te piden que hables, que cuentes otra vez lo que viviste, pero en esta ocasión hay más individuos escuchan dote: un juez, abogados, incluso la persona que te hizo daño podría estar allí. Te sientes incómodo, vulnerable, como si cada palabra que dices fuera analizada y juzgada al instante.
Comienzan a hacerte preguntas. Primero, el Ministerio Público, quien parece frustrado cada vez que tus respuestas no coinciden exactamente con lo que, según entiendes, esperaba o deseaba escuchar. Su rostro refleja molestia, y sientes que, aunque intentas explicar lo mejor posible, no estás haciéndolo bien. Piensas si acaso dijiste algo mal o si simplemente no le gustó cómo lo expresaste.
Luego, otra persona toma la palabra. Dicen que es el defensor de quien te hizo daño. Su manera de hablar es diferente, casi como si estuviera buscando algo en tus respuestas para contradecirte. Sus preguntas son confusas, llenas de palabras que no entiendes y frases largas que te pierden. A veces, repite lo que dices, pero con un tono que te hace sentir que no está creyéndote. Incluso, cuando intentas explicar, parece que sus preguntas sólo buscan hacerte dudar de lo que recuerdas. La forma en que te mira y el tono de su voz son inquisitivos, como si tú fueras el problema, como si tú tuvieras que probar que lo que pasó realmente sucedió.
Estás cansado. Todo esto se siente interminable. Cada pregunta que intentas responder te hace revivir lo que ya quisieras olvidar y lo único que deseas es salir de allí, volver a un lugar donde te sientas seguro, donde no te observen ni te interroguen más.
EN EL JUZGADO
Un entorno seguro: más allá de las formalidades
Los entornos judiciales no están diseña dos para niños. Las salas de audiencia, con su formalidad rígida, suelen ser espacios que intimidan y generan ansiedad. Para proteger el bienestar de los niños y las niñas, es indispensable transformar estos entornos y las dinámicas procesales que los acompañan:
1. Espacios adaptados: Las salas deben ser acogedoras, con mobiliario adecuado y sin elementos que generen ansiedad, como la presencia de uniforma dos o una disposición formal y rígida.
2. Uso de cámaras de Gesell: Este recurso permite que los infantes declaren en un entorno protegido, sin contacto visual con las partes del proceso. Esto no sólo los protege emocionalmente, sino que garantiza que su testimonio sea obtenido en condiciones óptimas para preservar su validez.
La declaración única como garantía de protección Uno de los principios fundamentales en la toma de declaraciones de niños es que deben realizarse una sola vez y en condiciones que garanticen su validez procesal. Esto no sólo evita la revictimización, sino que también protege la integridad del testimonio al reducir el riesgo de contaminación de los recuerdos.
La herramienta clave para lograr esto es la prueba anticipada, que permite que el testimonio del niño sea recabado al inicio del proceso y utilizado como prueba en el juicio. Este mecanismo:
-Protege la memoria del niño al reducir las oportunidades de que sea influenciada por factores externos.
-Evita que tenga que narrar los hechos repetidas veces, lo que disminuye su estrés y desgaste emocional.
-Se asegura de que el testimonio sea registrado en condiciones controladas, como una cámara de Gesell, garantizan do su validez y confiabilidad.
Calidad del testimonio: la clave en el proceso
Para que el testimonio de los niños sea efectivo, debe obtenerse mediante técnicas adecuadas que respeten sus capacidades y emociones. Esto incluye:
1. Preguntas abiertas y no sugestivas: permiten que narre los hechos con libertad, evitando inducir respuestas.
2. Entrevistadores especializados: el personal encargado debe estar capacitado en psicología del testimonio, garantizando que la declaración se obtenga de manera profesional y respetuosa.
3. Un ambiente de confianza: el niño debe sentirse seguro y apoyado para que pueda hablar sin miedo ni presiones.
Un enfoque interdisciplinario: el rol del juez y los operadores jurídicos
El juez y los demás operadores del sistema tienen la responsabilidad de asegurar que el proceso sea sensible a las necesidades de la persona menor. Esto implica:
-Supervisar que las declaraciones sean recabadas en condiciones adecuadas y que se eviten repeticiones innecesarias.
-Capacitarse en derechos de la infancia y psicología del testimonio para actuar con empatía y sensibilidad.
-Priorizar los casos en los que participen niños y niñas, reduciendo los tiempos del proceso para evitar un desgaste adicional.
Lo que debemos buscar es una justicia que escucha y protege
La toma de declaraciones de niños en sede judicial no debe ser un procedimiento que les cause daño, sino una oportunidad para protegerlos y garantizar sus derechos. Adaptar los entornos, emplear la declaración única como prueba anticipada y utilizar técnicas de entrevista adecuadas son acciones imprescindibles para lograrlo. Cada persona menor que participa en un proceso judicial tiene una historia que merece ser escuchada con sensibilidad y respeto.
Como sociedad, debemos transfor mar nuestros sistemas para que la justicia no sólo sea efectiva, sino también humana. Los niños no deben temer a la justicia; deben encontrar en esta un espacio que los res palde, los proteja y les per mita sentirse seguros.
Alberto Calderón
Abogado y experto en Prueba Testifical, especializado en Razonamiento Probatorio y Psicología del Testimonio. Dirige el despacho CIA Abogados y se distingue por su enfoque procesalista, así como por su vocación por la justicia en tribunales y aulas. Para él, la especialización y el estudio son la base de toda defensa. Se guía por la lealtad, la honradez y la coherencia.