15 de Mayo del 2024
Estimadas y estimados lectores, en esta ocasión quisiera reflexionar con ustedes acerca de este hito que se construye en relación con las encuestas que realizan diferentes partidos políticos o medios de comunicación, para posteriormente publicar en diferentes mecanismos, en la actualidad los más recurridos son las redes sociales. Para iniciar debemos definir qué es una encuesta; de conformidad con Diccionario de la Lengua Española (2001):
Encuesta.
(Del fr. enquête).
1. f. Averiguación o pesquisa.
2. f. Conjunto de preguntas tipificadas dirigidas a una muestra representativa, para averiguar estados de opinión o diversas cuestiones de hecho.
Nos referiremos, como la señala la definición, a una serie de preguntas dirigidas para averiguar a cerca del estado de opinión que se guarda en relación con un hecho, sin embargo, es importante señalar que ésta tiene como destinatarios seres humanos cuya opinión acerca de los hechos materia de la pregunta pueden variar de momento a momento, derivado de la información que obtengan en relación con la pregunta realizada.
Ahora bien, durante las últimas cinco campañas electorales, las encuestas en lugar de ser una herramienta interna de toma de decisiones de los partidos políticos o candidatos se han convertido, desde mi punto de vista, en un mecanismo disuasivo de la participación ciudadana.
Me explico, la encuesta en su origen primordial debiera ser un mecanismo de ocultación que permita a los partidos y candidatos establecer estrategias de acercamiento con la ciudadanía, así como conocer las necesidades más apremiantes divididas por sectores, regiones del país, así como rangos de edad, lo cual permitiría crear estrategias de políticas públicas mayormente planificadas; por otro lado, deberían servir para conocer el posicionamiento del partido o del candidato en la diversidad de los electores que componen el padrón electoral.
En la medida que ha transcurrido el tiempo y se acerca más la jornada electoral, comenzamos a observar cómo los electores son bombardeados literalmente mediante las redes sociales con diferentes encuestas que hablan del posicionamiento de un partido o una y otra candidatura.
Esta publicidad del posicionamiento de los actores políticos en lugar de incentivar la participación ciudadana crea en el elector un sentido de no participar, ya que ninguna encuesta publicada establece propiamente el mecanismo o muestra que lo llevó a arrojar esos datos; luego entonces, hoy el pensamiento de ciudadanos se ve reflejado en el clásico “ya para qué participo, si la elección está definida”, creo que hoy más que nunca los electores deben tener información de primera mano más allá de las encuestas, es decir, un voto informado tiene que ver precisamente con el conocimiento de los programas, propuestas y acciones que pretenden realizar los partidos políticos y sus candidatos, a efecto de saber quién tiene el mejor proyecto, derivado de las necesidades y conocimientos de la población, no olvidemos que en el México moderno hemos observado ya que el voto del ciudadano sí cuenta y por supuesto que es definitivo para procesos electorales mayormente democráticos.
En el México del siglo XXI y finales del siglo XX, hemos sido testigos de que con la participación activa del ciudadano se puede lograr la transición democrática en el país; por ello es fundamental que todos los que participamos en los procesos electorales ejerciendo nuestro derecho del voto activo lo hagamos de una manera efectiva, es decir, acudiendo el día de la jornada electoral a emitir nuestro sufragio por la opción que más nos convenga.
En la última entrega de Plétora Lex hicimos un análisis de forma somera en el cual señalábamos que en los últimos procesos electorales la mayoría de los mexicanos nos sometemos a la decisión de no más del 33 por ciento de los electores y esto es un mecanismo muy sencillo:
Si la participación ciudadana en los procesos electorales normalmente es de un 58 por ciento, siendo la más alta el 59 por ciento, y quien gana lo hace con el 54 por ciento, aproximadamente, de la votación, quien nos gobierna lo hace con la preferencia de un 29 a 33 por ciento de los electores, es decir, el 70 por ciento de los electores nos encontramos sometidos a la voluntad del 30 por ciento, aproximadamente.
Luego entonces, nos quejamos de políticas públicas de programas fallidos o de obras que no tienen sentido porque hay necesidades más apremiantes en nuestras comunidades, municipios, estados o en el país mismo; sin embargo, nuestra gran oportunidad de definir los rumbos que tomará el Estado Mexicano se encuentran en nuestras manos con la participación activa del voto y probablemente para muchos sea una pérdida de tiempo de unos minutos o tal vez una hora asistir a depositar nuestro sufragio por aquellos que nos convenzan más.
Es cierto que en la actualidad las propuestas que realizan los candidatos en sus visitas de campaña o las que permeen en nuestras personas son los temas que definirán la toma de decisión que hagamos para emitir nuestro voto, alguna ocasión alguien me comentó que la decisión definitiva de nuestro voto se realiza en esos pocos minutos de reflexión que tenemos en la soledad de la casilla; es ahí donde nosotros mismos debemos pensar y repensar el país que queremos y el cual le vamos a heredar a las generaciones que están por venir.
En conclusión, los invito a que reflexionemos nuestra participación en el proceso electoral venidero y no dejemos que las encuestas que se publican y se publicarán eviten una participación activa en el proceso electoral más importante del país, por lo menos en esta última década.
Seamos hoy los actores principales de esta jornada electoral y no simplemente observadores de qué es lo que decide aquel que quiere participar, ya sea por interés común o por algún interés particular.
Estoy convencido de que México tiene su principal riqueza en la ciudadanía y también estoy cierto de que en este proceso todas y todos actuaremos con la mayor responsabilidad el ejercicio pleno de nuestros derechos y particularmente el ejercicio del voto ciudadano que no sólo es un baluarte, sino el principal activo que tenemos para exigir mejores condiciones de vida y políticas públicas acordes a las necesidades reales que imperan en los lugares donde vivimos.